En una tarde de invierno se encuentran dos personas. Apenas son las ocho de la tarde pero la noche ya ha caido. La conversación comienza con la identificación de respectivas sudaderas y la presentación de sus nombres. Es un primer contacto un tanto tímido pero suficiente para introducir la historia de dos personas diferentes a simple vista.
Un joven y una chica. Un hombre hecho y derecho por la abrumadora experiencia que pesa sobre sus hombros. Una chica prácticamente llegada al mundo y con las constantes dudas que caracterizan a la adolescencia rondando su cabeza. La diferencia de edad hace chocante la relación. Pero donde hay cariño y amor la edad ha perdido la batalla.
Poco a poco va desapareciendo la inseguridad de la chica a relacionarse con alguien tan mayor, va apareciendo la curiosidad por tal personaje. Se descubren aficiones y gustos compartidos. La lectura, el saber, el cine y la música es constante tema de conversación. La vida de cada uno también se hace un hueco en la tertulia.
Existe una amistad, sí. Pero empieza a crecer un cariño especial. "La amistad es cosa de dos". Y de dos es. Dan mucho por el otro. El apoyo moral e intelectual refuerzan este cariño. Hay problemas, discusiones, días malos pero se hablan, se lucha y se solucionan.
Llegados a este punto has olvidado la edad de estas personas. ¿Por qué? Porque son indiferentes. Es un amor incondicional en toda regla.
Ha pasado poco tiempo desde ese primer encuentro y no se conocen profundamente pero no es solo una amistad, no es solo un cariño especial, ni algo parecido al de un padre a una hija y viceversa. Es amor entre amigos.
Este no es el final de una bonita historia. Como dijo el gendarme francés...
...este es el principio de una gran amistad.
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