domingo, 21 de septiembre de 2014

Biclicleta.

Dentro de poco se cumplirán dos años desde que abrí este blog seriamente. Dos años que por densidad no puedo recordar al completo pero que gracias a las pocas cosas que escribo, aquí más o menos puedo hacer un recuerdo feliz.

Dos años es mucho tiempo para escribir (decepcionantemente no diariamente) y por tanto debería al menos una reflexión agradable al lector y un agradecimiento sincero a mis más incondicionales. Llegará, o eso espero.

El caso es que empecé con catorce años, ingenua de mí y muy confiada en la escritura gracias a un fantástico profesor, y llevo ya casi diecisiete años a mis espaldas. No es nada, lo sé. En todo ese tiempo creció en mí una necesidad de saber y hacer todo lo que estuviese en mi mano.

Vela, ajedrez, surf, longboard, baloncesto, debate, teatro, francés, dibujo, escritura, lectura. He llegado a pensar en estudiar latín pero eso es un tema que fácilmente ocupa una entrada.

Hace poco descubrí la bicicleta. Mentira, monto desde los seis como todo el mundo. Pero hasta ahora no controlaba el tema mecánico. Es decir, el sillín siempre estaba tremendamente bajo, no llegaba al manillar porque el sillín estaba echado hacia atrás, no sabía cambiar una rueda, si se me salía la cadena estando sola estaba perdida, mi fuerza de pájaro no podía hinchar las ruedas decentemente y no sabía como se utilizaban los platos/catalina.

Resultado: a cada pedalada moría destrozada. Esto sumado a la máxima tradicional de mi hogar (el deporte es malísimo) hacían de mí una muy mala deportista. Pero todo tiene solución. Con un par de salidas a la intemperie con un amigo, sus consecuentes incidencias y una buena puesta a punto, amo mi bici y pedalearía a mi tierra todos los día de no ser por la distancia.

El caso, y ya sé que me voy por las ramas pero para planeamiento ya tengo Mielipide; voy en bici a toda cita en Madrid e incluso Pozuelo.

Lo que yo pretendía expresar es la libertad del ciclismo. Puede parecer muy cansado (y lo es) pero solo en distancias inmensas o con un desnivel significativo. Por lo demás, poder llegar a donde quieras diez veces más rápido que andando, totalmente gratis (salvo por el equipamento), siendo responsable con el medio ambiente (a pesar de tragarte la contaminación) y hacer deporte (sudando la gota gorda, en Madrid) me parece maravilloso y adrenalínico (recordemos que el deporte da felicidad).

Así que, desde Skipper Thoughts, Gobe Llorente retransmitiendo la recomendación de la semana:
《Cojan sus bicicletas, compren un candado, luces trasera y delantera, casco y reflectante incluso, y echen a pedalear con ropa cómoda pero no marciana y recorran Madrid o la ciudad donde vivan. Acanden su bici, tómanse un refresco en un café con buenas vistas, cojan la bici otra vez, entren en un museo, vayan al cine, a la ópera, compren el periódico, vayan a la biblioteca o hagan lo que más les venga en gana pero familiarícense con un fantástico medio de transporte. Y sobre todo, sobre todo, todo, todo, sean felices.》

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