El pasado
miércoles desapareció el enorme petrolero “Marx”. A las 17:02 pm se registró su última señal en la isla de Ouessant en
el finisterre francés. La guardia costera francesa con la ayuda de la guardia
marina inglesa, ha lanzado una búsqueda en los alrededores de la isla. El
incidente ha causado pánico y preocupación entre los marineros franceses que
frecuentaban la zona. “Allí el mar y el viento no son amigos nunca. Son tierras
que procuramos evitar” comenta un pescador. Muchos han optado por no salir a la
mar y varias compañías han cancelado las salidas de grandes petroleros.
¿Estamos volviendo a la creencia de una línea que no debe cruzarse?
-Señores, solo exijo tres órdenes. Disciplina en todo momento, no quiero
que nadie pierda los estribos. Organización y total atención, es grande pero
puede estar escondido o medio hundido incluso-. El capitán, un hombre joven
pero curtido por las durezas del mar, gritaba las órdenes sin el mínimo temblor
aunque en el fondo temía que no iba a ser una misión plácida.
-¿Y la tercera orden, señor?- preguntó un grumete impertinente.
El capitán meditó si enfadarse por la impertinencia o contestar.
-La tercera…es que no lean los periódicos ni hagan caso de las historias
que ronden en torno a este tema. Y si oigo que alguno de mis marineros va
contando esas historias… ¡lo mando a la revista del corazón!
A las 7:00 am
del día de hoy, zarpó un barco francés rumbo la isla de Ouessant, con orden de
revisar la costa de la isla y las islas vecinas por si algún superviviente del Marx pudiera haber llegado hasta ella. Los
cuarenta tripulantes del barco, el Casablanca, volverán el día 7 como máximo. “Otro barco no se perderá” dijo el
presidente francés.
-Casablanca contesten. ¿Por qué se alejan de la isla? ¡Cambien su rumbo
inmediatamente!-Desde la sala de control lo único que se escuchaba eran los
gritos del capitán.
-…olas destrozan…el faro nos…luces
dentro… ¡No vemos!...¡¡¡A estribor!!!...
La sala de control se sumió en el más oscuro silencio. Unos trataban de
recomponer las palabras del Casablanca,
otros ya hundían la cabeza recreando tristes historias en su mente y otros
dejaban los ojos al máximo de su apertura incrédulos de lo que habían
escuchado. Sin embargo, hay personas que están hechas para su trabajo, el
capitán reaccionó por todos los demás.
-¡Que mi tripulación esté lista para zarpar en diez minutos! Lapierre estás
al mando, no quiero que ninguna nave se acerque a más de tres millas de la
costa. Y quiero un informe diario de todas las naves sobre cualquier actividad
inusual del faro.
Tras una semana
de búsqueda, el Marx no ha
aparecido. La tensión entre los habitantes y marineros de pueblos cercanos ha
aumentado. Las autoridades cada vez cuentan menos sobre las expediciones y
estamos preguntándonos sobre el paradero del Casablanca que zarpó hace unos días. ¿Habrá desaparecido
también y se están buscando unos a otros? ¿Qué está pasando?
-Capitán, los informes.
-Gracias, almirante. Déjelos ahí. Los leeré más tarde-. Contestó el capitán
sin dejar de mirar a la isla que tenía delante.-Venga, no quite la vista de la
isla. En cuanto vea el faro avíseme.
-Aun quedan diez millas capitán. Apenas se distingue el contorno de las
rocas-. Se quejó el marinero. Después de que el capitán le lanzara una mirada
recriminatoria, obedeció.
El deber de un
periodista siempre ha sido comunicar al mundo de lo que se produce a su
alrededor rompiendo todas las fronteras necesarias. Puesto que la guardia
marina ha desaparecido por completo en expediciones, hemos decidido mandar a
uno de nuestros reporteros en el último barco. Aun no hemos recibido información
de gran interés. “Los guardacostas están formando un círculo alrededor de la
isla Ouessant. Todos se mantienen a la expectativa.” Nos comenta el reportero.
Entonces, ¿no piensan actuar? ¿Por qué no están buscando el Marx en vez de quedarse mirando? El barco no va a
aflorar de la nada milagrosamente. ¿Qué está pasando?
-¡No, no y no! Parece un programa de cotilleo-. El
director se indignaba ante tan mala interpretación.
-El guión parece de un programa de cotilleo más que un
periódico culto-. Se quejó el acusado.
-Sí, sí y sí. Ya me has contado eso varias veces. El
guión es perfecto pero si tú no te imaginas dentro de la historia todo se
derrumba. Estás en el terreno de juego. Mira a tu alrededor.
Jonhson se acercó a la ventana. Las olas rompían violentamente
contra las rocas. Allí no había gaviotas, nunca las había habido. Las
explosiones y las olas de tres metros que amenazaban constantemente el faro no
permitían la tranquila vida de las gaviotas. Imaginó cientos de barcos a la
espera de órdenes vigilando la isla de manera muy curiosa, de popa a la isla.
Se imaginó a sí mismo en uno de aquellos barcos. El más apartado de todos.
Indignado por la actividad de los guardacostas.
-La isla, capitán. El... ¡Arrg!- El capitán giró rápidamente la vista alertado
por el grito de dolor.
Levantó una mano como protegiéndose del sol, a pesar de ser noche cerrada,
acto seguido los gobernantes de los barcos que le seguían se tapaban la cara
con las dos manos dejando sus barcos a la deriva. Lo que ocurrió después no
debe contarse detalladamente.
La falta de
información para un reportero es la falta de agua en un desierto para un ser
humano. Contar hechos que no conozco me limita hasta el punto de solo poder
utilizar mi imaginación. Así pues, hace dos días publiqué mi último artículo en
el que describía a la flota expectante. Al segundo día de zarpar con el último
barco ocurrió algo que no sé explicar. Recuerdo como varios de mis compañeros a
bordo se tapaban la cara dando gritos de dolor, cuando alcé la cabeza solo pude
hacer lo que ellos. Una luz intensa cegaba los ojos de aquel que osaba mirar al
faro. Antes de esconder mis ojos entre mis manos creí ver la figura de una
persona en lo alto del faro. No pretendo convertir los hechos en una historia
de terror ni quitarle importancia al hecho de haberlo visto. Pero creo que nos
estamos alejando de encontrar lo que venimos
a buscar, el petrolero Marx.
-Quiero hablar con quien esté al mando de la operación.
-El Capitán no querrá hablar con un periodista, detesta el
cotilleo.-Contestó sonriente el capitán abordo.
-Trabajo en uno de los periódicos más importantes y quiero sugerirle al
Capitán algo que puede resolver esto de un vez. Estoy seguro de que quiere
usted volver a su casa de un vez.
El capitán le miró con una mezcla de superioridad y nostalgia pero al final
accedió.
¿Alguna vez
habéis estado resolviendo un problema y habéis pensado que no lo resolvéis
porque algo está tapando el camino a la solución? Pues creo que eso es lo que
nos impide encontrar el Marx. No me
refiero a una roca o una isla entera, me refiero a algo menos material.
-Y ¿bien? ¿Qué es lo que nos impide ver dónde está el Marx?-preguntó el
Capitán.
-Creo que es luz nos está cegando, señor. Nos hemos acostumbrado demasiado
a ella.
-No me diga señor…
-El nombre da igual. No lo está entendiendo. La luz nos está impidiendo ver
al Marx.
-¿A qué se refiere?
-A que el faro nos ha pillado por sorpresa y el miedo que traemos de tierra
nos hace alucinar, señor.
Siempre he
creído a los capitanes como sabios de corazón, grandes estrategas pero nunca
les creí inteligentes de mente. Las excepciones siempre asombran.
-Muy bien, muy bien y muy bien. Ahora antes de tener una
toma más falsa que el billete de seiscientos, Bourmont necesito un espíritu
superior, quiero firmeza al hablar y sobre todo disciplina.
-¡Dubois! Que todos los barcos pongan rumbo a la sombra del faro. Toma el
mando de aquella nave y condúcelos a todos. En cuanto termines búscame.
¡Corre!-Ordenó el Capitán.
Treinta minutos después Dubois y el Capitán buscaban la sombra del faro por
el lado contrario a los demás. Se toparon con un estrecho por el que no podían
pasar. Desembarcaron y llegaron a una pequeña bahía justo detrás del lago. La
luz de la luna se reflejaba en el agua azul turquesa…
-¿Turquesa? ¡No, no y no! ¿Quién escribió este
guión?-Agitó los papeles del guión que golpearon en la cabeza a un niño que
pasaba por allí.-Olvida las descripciones. Céntrate en la trama. ¿Qué más le da
al público de que color sea el agua? ¡De eso ya se encarga Imagen y su
“fotochop”!
Subieron por la larga escalerilla que llevaba a lo alto del faro. Dubois se
paró antes de subir pero antes de que pudiera preguntarse que estaban haciendo
el Capitán ya le había gritado desde la mitad.
-¡Venga! Necesito rapidez, las alturas nunca me han gustado. No me haga
mirar abajo.
-¿Qué vamos a hacer allí arriba? ¿Pretende encontrar el Marx teniendo una vista mayor del
entorno?
-No sea iluso, Dubois. Bien debe saber que un marinero conoce mejor el mar
desde la gran altura de su barco, que subiéndose a la más alta cima-. Comentó
nervioso por la altura a la que se encontraba.- A partir de aquí necesito total
silencio.
Subieron los últimos escalones que quedaban y llegaron a una pequeña
habitación que se comunicaba con otras por varias puertas. El Capitán se
dirigió a una de las puertas sin vacilar.
-Señores, están ustedes….
-…todos detenidos. Apaguen las luces y bajen ordenadamente-.
Ordenó seguro aquel hombre.
-¿Qué, qué y qué? El Capitán Montequieu, en persona no
puede ser si…-el director miró al debido actor y al Capitán incrédulo de si
creer que vivía en una fantasía o era real.
Días después, cuando todo se hubo calmado y la gente
dejaba de pedir explicaciones; un capitán, un director y un periodista charlaban
alegres sentados en un puerto.
-Pierre, ¿cómo lograste saber…?-no supo terminar, el
periodista.
-¿…que estaban filmando una historia que ya conocía? Como
una vez dijiste: “Siempre he
creído a los capitanes como sabios de corazón, grandes estrategas pero nunca
les creí inteligentes de mente. Las excepciones siempre asombran.” Yo siempre asombro.
-No, no y no. No te dejes engañar por las filosofías de “El Gran Montequieu”.
Le gusta meterse en mis historias y desgraciadamente es buen personaje y
siempre es el protagonista.
-Y ¿el Marx?- preguntó el periodista.
-El Marx es historia y la historia es el Marx-.Concluyó
el Capitán sin dejar que el periodista cumpliese con su trabajo.
El
misterio se resolvió. Dos amigos se reencontraron en el desenlace y un tercero
le echó dos vueltas a la llave. Creo que este es el principio de una gran
amistad.
FIN
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