jueves, 29 de agosto de 2013

El poder del mar

La mar rugía pero no estaba especialmente furiosa. Las espumas avanzaban fuertes hacia la orilla. La corriente no ayudaba a entrar, te empujaba los pies haciéndote resbalar. Subirse a la tabla tampoco era muy buena opción. Remar contra viento, corriente y marea cansa los músculos y más si estan tan desentrenados como los míos. Esos días la mejor idea era coger las olas ya rotas e ir prefeccionando. Era lo que todos acabábamos por hacer al cansarnos de intentar llegar hasta atrás.

En un momento de valentía, cansada de coger espumas esperé pacientemente a que acabase la serie y conseguí llegar más atrás de donde rompía. Allí unos pocos valientes y un monitor esperaban a la serie. Me uní a su espera.

Empecé a notar que algo tiraba de mi pie derecho cuando llegó la primera ola. Descubrí que era el invento que se había enrollado en la quilla. Intenté desenrollarlo dándole la vuelta a la tabla.
- Mira, Bego -. Me gritó mi primo.

Una ola que me iba a arrastrar se acercaba peligrosamente. Tiré con fuerza del invento sin conseguir nada. En microsegundos, en mi mente se formó la imagen de lo que pasaría si la ola me arrastraba con el invento tal y como estaba: me revolvería fuertememte como cualquier otra pero para cuando me quedase poco aire en los pulmones me hundiría aun más al revolver la tabla enganchada a mi pie. Sin pensarlo un segundo más me desabroché el velcro del pie y al instante la tabla salió volando hacia la orilla. La ola me engulló.

Salí del agua y recuperé el aire. Miré hacia la orilla. No veía nada más que la ola que se había llevado mi tabla en volandas. Nadé tranquila pero rápidamente hacia allí pensando en los alumnos que podían haberse hecho daño con la tabla. Se me hacía raro nadar pero seguí acompasadamente como me habían enseñado. De repente recordé que la serie no había terminado y giré la cabeza para ver donde estaba la próxima ola. Ahí estaba, encima mío. Rompió justo en mi cabeza, litros y litros de agua me hundieron haciéndome tragar mucha agua. Al fin me recuperé. Seguí nadando y pronto encontré al monitor viniendo hacia mí en mi tabla. Me colocó el invento y me empujó para que pudiera coger una ola.

Los segundos que aguanté de pie hasta la orilla parecía que se ralentizaban haciéndome ver el gran contraste entre la belleza y la furia del mar. En esos segundos recordé la ola viniendo hacia mí, recordé el miedo que sentí al tener el invento peligrosamente enrollado, recordé la segunda ola mirándome desde arriba, recordé la vulnerabilidad que sentí con y sin tabla.

Fueron esos segundos surfeando la espuma los que me recordaron que por mucho respeto que le tengas al mar, todos los hombres, tanto marineros como surferos como gente que ni siquiera sabe nadar, son tan vulnerables que el mar alguna vez les hará sentir el miedo. Es ese miedo el que te enseña a respetar y a aprender. Porque en toda la Naturaleza, el mar es la más poderosa de las fuerzas.

No hay comentarios:

Publicar un comentario